lunes, 21 de marzo de 2011

Una nueva lectura "Del Asesinato Considerado Como Una de las Bellas Artes"

Ayer vi que María Isabel, compañera de mis tiempos de estudiante universitaria, abrió una pregunta en las redes sociales para completar un trabajo que tiene pendiente. La pregunta era: ¿Cuál es para ti el máximo villano de la historia? estaba permitido escribir perpetradores de los cuentos o aquellos que todos ya conocemos harto mencionados en los periódicos y noticieros o en la historia universal. Esta pregunta me sirvió para pensar un poco sobre lo fascinante que es el crimen para muchas personas, cómo nos gusta verlo en televisión, en las revistas, recreado de muchas formas y a través de diferentes medios.

Mientras leía la pregunta de María Isabel, aparecieron en mi memoria desde los pérfidos más obvios, malvados de los cuentos de hadas, culpables reconocidos de los holocaustos y los canallas inolvidables de la dolorida memoria colectiva colombiana. Me di cuenta cómo están de presentes todos ellos en el pensamiento y me pregunté por las razones de ello.

Durante esta reflexión vino a mi el recuerdo de un libro que leí en mis veinte años, escrito por el inglés Thomas De Quincey: "Del asesinato considerado como una de las bellas artes". Un libro que de inteligente y paradójico, termina por hacer reír. El libro supone la existencia de una Sociedad en Londres llamada "De Los Conocedores del Asesinato". El libro, en su primera parte, presenta una de las Conferencias Mensuales de esta Sociedad con una reflexión que inicialmente causa gracia pero que entrado en la profundidad del análisis puede verse como un ensayo alrededor de las virtuosas relaciones entre la ética y la estética.

La tesis es tan sorprendente que me atrevo a transcribir el fragmento para que puedan degustarlo por un momento con las palabras precisas:

"supongamos que la pobre víctima ha dejado de sufrir y que el miserable asesino ha desaparecido como si se lo hubiese tragado la tierra; supongamos, en fin, que hemos hecho todo lo que estaba nuestro alcance, estirando la pierna para poner una zancadilla al criminal en su huida, aunque sin éxito —«abiit, evasit, excessit, erupit», etc.—; suponiendo todo esto me permito preguntar: de qué sirve aún más virtud? Ya hemos dado lo suficiente a la moralidad: ha llegado la hora del buen gusto y de las Bellas Artes. No hay duda de que el caso fue triste, tristísimo, pero no tiene remedio. Hagamos lo que esté a nuestro alcance con lo que nos queda entre manos, y si es imposible sacar nada en limpio para fines morales, tratemos el caso estéticamente y veamos si con ello conseguimos algo."

De Quincey a continuación recrea a través de la conferencia de esta Sociedad imaginada, crímenes o intentos criminales de personajes muy famosos. Dedica una buena porción a narrar las experiencias cerca de la muerte de ilustres hombres de la historia como Descartes, Spinoza, Hobbes, Malebranche asesinado por Berkeley, Kant que permanece vivo por escrúpulos de última hora de su asesino. En el proceso describe la importancia de todas las características que hacen de la víctima alguien de quien podemos compadecernos, porque quizás sea un buen ser humano, tenga familia, tenga buena salud; pero lo más inesperado, al menos para mí, es el lugar donde arriba la reflexión. La pretensión de considerar el asesinato como una de las bellas artes, puede compararse con la intención que tuvo Aristóteles al decir que la tragedia tenía como objetivo "purificar el corazón mediante la compasión y el temor"

Es decir, y aquí está lo genial, el fin de la tragedia para los griegos, podría ser producir en quienes la miraban catarsis, expiación. El público no puede menos que sentir compasión por el horror de las víctimas y temor por la posibilidad de sufrir lo mismo. Todo así, ver el asesinato como una de las bellas artes, es acercarse a la recuperación, a la restauración, sintiendo compasión por el dolor ajeno y ubicándose en el lugar de quien pudiera sufrirlo, sintiendo alivio porque no es cierto para sí mismo.

Esta hipótesis, que de inicio parece descabellada, me hace pensar en las razones por las cuales todos vemos los noticieros y en ellos repasamos una y otra vez, morbosamente, como el narrador de la historia, el llamado "hombre morbosamente virtuoso", la estética de las masacres, los crímenes y las tragedias. Bien podríamos ser esa sociedad que narró De Quincey en 1827, dedicada a trascender su dolor con un morbo infinito. Los medios han cambiado mucho, ya podemos verlo en pleno color, con acercamiento de todos los ángulos, con la noticia en el mismo momento y lugar en que ocurre y las imágenes más dramáticas del muerto embotado por las más terribles condiciones de su deceso.

Me gusta pensar que lo que tratamos de hacer todos, es expiar o purgar los crímenes colectivamente para poder salir adelante... quiero suponer que somos como los asistentes de la tragedia griega... empáticos y compasivos; es decir, nuestra macabra complacencia frente a las imágenes de la muerte ocurre por las mismas razones de esta Sociedad de Conocedores del Asesinato. Si no fuera que estamos tratando de salir adelante ante tanta ignominia, la realidad de una sociedad que disfruta el dolor de otros como un espectáculo, hiere mucho más el corazón y le resta enorme trecho a la esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario