jueves, 24 de marzo de 2011

"Se busca un hombre poco práctico"

"Se busca un hombre poco práctico" es el nombre de un ensayo escrito por Gilbert Keith Chesterton en 1910, dentro de un libro fabuloso llamado "Lo que está mal en el mundo". Recordé este ensayo extraordinario a propósito de una reunión de trabajo a la que asistí ayer, donde académicos y administrativos de distinta laya discutíamos sobre si una determinada reforma aplicada podría considerarse más académica o más administrativa.

Esta dicotomía entre lo práctico y lo teórico me evocó el dilema entre el idealismo y el pragmatismo para resolver los asuntos de la vida; me puso nuevamente de frente a los perfiles necesarios en el mundo actual de la eficiencia y la productividad; me confrontó sobre la mala fama que tenemos los idealistas y los soñadores en un contexto que se aburrió de las teorías; un escenario social donde impresionan mucho más las obras que las ideas. Algo por supuesto más peligroso en algunos ámbitos que en otros; por ejemplo... es tremendo cuando se piensa en educación a mi juicio. Tremendo porque educar se trata de cualificar las acciones dándoles un fundamento, una razón de ser, un sentido.

El ensayo de Chesterton, trae notas muy agradables de prosa humorística, invita primero a pensar y luego a hacer. Cuando las cosas andan mal y como en el caso que nos ocupaba ayer, consideramos que hay que reformar el curso de un proyecto que inventamos y diseñamos juiciosamente años atrás, puede ser sano parar un momento para meditar.

Las medidas que podemos tomar cuando detectamos un problema, pienso yo, no deben ser acciones inmediatas, reactivas o preferencialmente prácticas; podrían quizás retomar la idea original para evaluar el resultado; tal vez se fortalezcan muchas de las soluciones si se analiza cuál fue el sueño del cuál se partió para dar lugar al modo de proceder presente. El mensaje es que puede tener valor volver a los fundamentos que dieron origen a una manera de actuar para validarlos o cambiarlos, para entender si las soluciones afrontan un síntoma o toda la dificultad. Parece valioso entender las razones por las cuales se actúo como se actuó y se apoyó cierto modo de hacer un proyecto en un momento dado y entender finalmente que quizás haya un valor adicional, a pesar de las dificultades, que valide mantener un estado de cosas.

Lo anterior lo ilustra de manera muy creativa el texto del que vengo hablando, cuando Chesterton trae el ejemplo de un cacharro que se daña; dice el autor que seguramente un hombre habilidoso y práctico podría arreglarlo para que funcione, pero argumenta de modo muy inteligente que sería más práctico traer a alguien que sepa cómo funciona, que tenga la teoría o haya participado del sueño, para que diga qué hay que hacer. En sus palabras:

"Cuanto más complicada es la avería, más canoso y despistado deberá ser el teórico necesario para ocuparse de ella; y en algunos casos extremos, nadie sino el hombre (probablemente chiflado) que inventó la nave voladora podrá decir seguramente qué le pasa".

Pensaba yo en mi caso, que los pragmáticos triunfantes de la reunión de ayer quizás podrán llegar a las mismas conclusiones que los soñadores que nos oponíamos a actuar antes de pensar en los fundamentos, pero a los poco prágmáticos nos queda una ventaja, que aún llegando a los mismos lugares o a otros, podremos saber por qué cambiamos y, sobre todo, tendremos una idea o varias para valorar el resultado.

Acordarme de este libro fue fantástico; estuve por un buen rato analizando el tema de la "eficiencia"; tan de moda para anteponer ideas prácticas sobre el pensar profundo y reposado. Chesterton dice que algo no es eficiente sino hasta que está terminado y que no hay nadie más eficiente que un idealista. Su argumento es que un método o procedimiento no demuestra su eficacia, su buen funcionamiento sino hasta tanto la obra es culminada; antes, todo es ineficiente. El autor dice que si lo que se desea, no es primero construido en la imaginación, nunca será eficiente. Es decir, la eficiencia se logra porque hay quienes sueñan la perfección, piensan los objetos, los métodos, los procedimientos teóricamente.

Lo que hace perfecto un evento o bello o bueno, es el pensar primero cómo funciona, cómo se quiere ver o construir; durante el proceso, sólo es apropiado o bueno potencialmente, en el sueño, en el ideal y se hace real cuando se culmina. Esta idea me gustó puesto que nos pone de presente la importancia de soñar primero, pensar primero; y, pone el "hacer", como un medio del pensar; el hacer sería entonces un medio más imperfecto o por lo menos necesitado de un fundamento. Si se actúa sin soñar, sin pensar el ideal, sin construir teóricamente lo que se quiere, se puede ser más ineficiente pues no hay un ideal, una teoría o un valor contra el que apreciar el logro y tampoco hay forma de rectificar el sueño para que sea posible. Hay que regresar al sueño original, pero este debe existir para dar sentido al resultado.

Habitualmente a los pensadores, a los soñadores suelen decirles, dice Chesterton, "que tocan el violín mientras se incendia Roma"; es decir que se ocupan de algo poco importante cuando la necesidad más inmediata es actuar, pero recuerda Chesterton que aunque esto pueda ser cierto, no estaría mal pensar el funcionamiento hidráulico de Roma mientras se está quemando, supongo que si no tarda demasiado puede llegar a ser más práctico y puede dar mejores resultados que correr con las mangueras a apagar el incendio.

Sobre el tema, recordé este fragmento de Alicia en el País de las Maravillas. Creo que va bien con el argumento de Chesterton:

"Alicia: - ¿Qué camino debo seguir?
Maestro Gato: - ¿Para dónde quieres ir?
Alicia: - ¡No lo sé!
Maestro Gato: - ¡Entonces, cualquier camino sirve!"
(De Lewis Carrol - En Alicia en el País de las Maravillas)

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