lunes, 28 de marzo de 2011

"La Caza del Carnero Salvaje"

Mi hijo hasta hace poco estuvo haciendo un trabajo social en la Biblioteca Departamental y me contó sobre un hombre viejo que es un asiduo visitante del lugar y que siempre que puede busca a alguien con quien conversar y compartir sus lecturas y reflexiones. Al parecer no mucha gente está dispuesta a detenerse un rato para conversar con él, más bien lo evitan, ignorando que es una persona de una gran riqueza interior, dueño de lecturas fantásticas y de una agradable perorata...

¡Es tremendamente triste la soledad de los viejos! y más la de aquellos cuyas horas se llenan sobre todo con libros y muy poco con otros seres humanos; creo que se empiezan a abrir brechas inmensas, algo así como si ellos, los solitarios, viajaran a lugares remotos donde no muchos semejantes quieren ir o donde sólo algunos cuantos pueden llegar. Esta idea me conmovió dicha por Álvaro Bejarano, el escritor caleño, quien en un evento público comentó que desde que quedó discapacitado y se hizo viejo, su conjuro posible para la soledad han sido los libros.

El hombre de la biblioteca le recomendó a mi hijo en alguna de sus pequeñas tertulias un libro:"La Caza del Carnero Salvaje" de Haruki Murakami, un escritor Japonés que publicó esta obra en 1982. No sé cuál fue la recomendación explícita del viejo, pero desde entonces mi niño quiso leer la obra y la buscó hasta encontrarla. Tomé prestado el libro de entre sus cosas el domingo por la tarde y me enganché tan pronto lo abrí porque encontré reflexiones sobre el mundo interno de los personajes y una historia fantástica para seguir.

Llevo varios días reflexionando sobre el dominio, la conquista, el poder y el gobierno, así que leer este libro con clave de mis preocupaciones resultó fantástico. El Carnero Salvaje es un personaje mítico que te elije y te pregunta si quieres recibirlo en tu interior, él se instala cuando se lo permites al modo de una posesión y te orienta en función del logro y del éxito. El Carnero puede estar frente a ti, o puede llevarte la vida encontrarlo sin que lo logres. El Carnero actúa a través de ti y a cambio te da inmortalidad y te permite gozar de la fama y de increíble prosperidad. Cuando te abandona, sientes un vacío y una desolación que no calma nada ni nadie; quedas condenado a buscarlo hasta el día de tu muerte. El Carnero te abandona cuando así lo decide, cuando ya no le eres útil para su proyecto de dominio dejándote frente a lo inevitable de la muerte o frente al terror de la miseria. Lo único que puedes elegir, y eso, si estás a tiempo, es morir para que el carnero pierda su inmortalidad. Morir que puede ser desaparecer realmente de este mundo o encontrar un modo de vivir en la soledad como un "desheredado".

El libro describe así la posesión:

"...me sentí absorbido por ello. Casi sin posible escapatoria. No se puede explicar con palabras. Es justamente como un crisol que se lo tragara todo. Tan hermoso, que te hace perder el sentido, pero al mismo tiempo lleno de la más horrible maldad. Si te hundes en su seno, todo se extingue: la conciencia, el juicio los sentimientos, las penalidades... Todo se extingue. Es algo remotamente comparable a la energía con que se debió de manifestar en algún punto del universo la fuente de la que procede la vida. —Pero tú la rechazaste, ¿no? —Efectivamente. Todo eso quedó sepultado con mi cuerpo. Y si se lleva a cabo una operación más, aún no realizada, quedará enterrado para toda la eternidad"

No sé a qué se les parezca, pero a mí se me parece a la obsesión de poder, al ansia de figurar, a las imágenes del éxito y de la fama. El Carnero para mí es aquello que no vale la pena pero por lo que empeñarías la vida. Es la promesa de ser inmortal, poderoso, admirado, reconocido...

El libro narra todo esto en medio de una historia mitad surrealista, mitad extremadamente cotidiana. Puedes penetrar en pequeñas historias sencillas de seres humanos que se debaten entre el aburrimiento y el trabajo rutinario, buscando la felicidad, la emoción, el amor, un mejor destino. También muestra el modo en que algunos se pierden en el deseo de ser poseídos por el Carnero, casi como una obsesión, y los espíritus que se resisten hasta la muerte por preservar su libertad. Uno de los personajes, por ejemplo, se inmola para que su cuerpo no sea poseído y, otro, está dispuesto a todo por su dominio.

El espíritu del Carnero no nos es extraño, nos ronda, nos habita o nos despoja. ¿Quién sabe cuál es su proyecto? si somos juguetes de un plano trazado por él o si somos dueños de un propio plan y una propia ambición. El libro me pareció un llamado a esta deliberación.

viernes, 25 de marzo de 2011

Más que la suma de las partes

Desde hace algunos años he estado atraída por las perspectivas complejas para mirar el mundo; como siempre algunos libros acompañaron esta fascinación, aunque me es imposible hablar de todos los que han tocado profundamente mi espíritu en este tema. Este interés casi esotérico por la complejidad del mundo, empezó con toda seguridad con Borges, todos sus libros desde luego, pero en particular con el "El libro de Arena" organizado en trece relatos de meandros imposibles, "El Jardín del Sueño Infinito" de Michel Ende, "Las Siete Leyes del Caos" de John Briggs, "Rizoma" de Guillez Deleuze y Felix Guattarí y luego con "Göedel Escher y Bach: un Eterno y Grácil Bucle" de Douglas R. Hofstadter. Este último libro me impactó especialmente porque lograba integrar en un mismo lugar escenarios diversos aparentemente separados: la música, las matemáticas y la pintura. Todos los libros que menciono son aparentemente muy distintos, algunos más literarios, otros más científicos pero para mí muy afines en cuanto a la pregunta sobre la complejidad del mundo.

Me he animado a hablar de este tema a propósito de algunas preguntas que me han hecho recientemente acerca de la investigación; la investigación en tanto curiosidad permanente sobre el mundo y en tanto mirada específica sobre el mismo. Crecí en una tradición de lógica formal y de paradigmas tradicionales de la ciencia, pero a lo largo de este crecimiento personal e intelectual me hice muchísimas preguntas sobre otras miradas menos fragmentadas, pero por sobre todo, más incluyentes. Las lecturas de las que hablé un poco antes y una motivación por promover un mundo en que quepamos todos fueron y siguen siendo, grandes impulsores de estas búsquedas que han acompañado mi vida hasta el presente.

Uno de los aspectos más interesantes en la investigación desde perspectivas complejas es la consideración de una mirada ecológica, una mirada de ámbitos y contextos naturales porque implican la observación de las múltiples relaciones y vínculos que se dan en los escenarios reales. El observador altera lo observado, esto ya es definitivo para no poder observar una realidad sin el investigador inserto pero además confronta sobre la imposibilidad de conocer la realidad a través de experimentos diseñados con condiciones de aislamiento de variables. Todo así, una primera gran claridad es que investigar desde la perspectiva sistémica y compleja implica estar inserto, considerarse parte de aquello que se investiga, recursivamente quizás, pero a mi juicio, no habría que negar la posibilidad de tomar distancia y ver a ese observador que toma distancia para saber que ve... un juego de recursividad que permite tender los puentes entre formas tradicionales de investigación y miradas sistémicas. No se trataría de conjugar el experimento con la mirada ecológica, pero podría permitir entrar y salir de la escena para ver de diferentes maneras.

Otra idea que cambia paradigmas es que contrario a formas más tradicionales de investigar, los métodos no anteceden las realidades, es decir, el asombro, el encanto sobre lo desconocido a explorar señala el camino para ir al lugar que se desconoce. Este camino se construye o emerge de lo investigado. Esto rompe con la perspectiva de Descartes que prioriza el método sobre el objeto a investigar. Las preguntas a formular no tienen que ver con varianzas, con correlaciones entre variables sino con estructuras organizativas, redes de relaciones, sistemas dinámicos, sistemas de relaciones que implican la necesidad de ver estructuras completas sobre elementos aislados, casos paradigmáticos estudiados en ambientes naturales y a profundidad encontrando sentido y significado con quienes hacen parte de esa realidad. Una mirada integradora de lo sistémico y de la mirada del individualismo metodológico, es dar una primera vista al fragmento, a la parte, a la variable y luego detenerse, hacer un zoom al todo a través de la parte.

Les invito a ver el libro ZOOM de Itsvan Banyai para ilustrar lo que digo, aquí sus imágenes
http://www.youtube.com/watch?v=1RPeFJJF73k

Esta idea me ha confrontado durante mucho tiempo, en especial las veces en que haciendo pequeñas investigaciones con el uso de la estadística me parecía que en ocasiones las claridades logradas con los datos no eran más que creaciones de las matemáticas y de la estadística que algo referido a personas y situaciones reales. El promedio por ejemplo siempre me ha parecido una entelequia matemática porque no existe el sujeto promedio, existe la diversidad de resultados de cada sujeto y si bien puede haber sujetos que tengan valores coincidentes con el promedio, ese sujeto promedio no representa a todo sujeto respecto de una característica. Bien, no sé si soy clara, pero trato de decir que pensar los sujetos en sus contextos, dando lugar a sus diferencias, es más tranquilizador siendo imperfecto, respecto de la comprensión de sujetos reales. Pese a lo que digo, pienso que también depende del uso y de la mente que analiza el dato, porque la mirada de las piezas puede dar paso a otra lectura de totalidades, puede servir de comparación o de componente del análisis más global. No sé si pueda ser un sofisma, pero tal vez podemos hablar de mentes simplistas y no de imposibilidades metodológicas de encuentro entre análisis sistémicos y perspectivas empírico analíticas.

No obstante, los enfoques sistémicos pueden hacer uso pleno de las matemáticas, es más, de matemáticas muy avanzadas que, también caen de algún modo en el eterno problema de ambicionar representar toda la realidad pero reconociendo lo que ya nos dice Göedel en el teorema de la incompletud y es que esta representación matemática tiene un límite. Nunca se puede conocer todo ni completamente porque no tenemos forma de constatar toda la realidad, así que jamás podremos saber si conocimos todo. Se formulan algunas leyes sistémicas generales tratando de predecir, analizar y explicar pero entendiendo sus limitaciones. Es el caso de la aplicación de la mirada sistémica y compleja para explicar fenómenos como el tráfico, la población urbana, el comportamiento de los mercados, el desarrollo humano, las redes sociales globales, el comportamiento de la familia, entre otras.

Las perspectivas sistémicas son muy apropiadas para comprender fenómenos sociales por cuanto es fácil ver la sociedad y los hechos sociales como relaciones, redundancias, vínculos entre todas las partes, que interactúan y son mutuamente dependientes. Los sistemas sociales son sistemas abiertos, flexibles, sensibles a perturbaciones en la periferia y al interior, se transforman estructuralmente, generan resistencia al cambio, buscan el equilibrio. Aspectos que si son considerados amplían la visión de la sociedad y del mundo pero que pueden combinarse con perspectivas más individualistas ampliando visiones, pensando lo impensado.

Resulta esperanzador considerar que no es necesario optar por un solo modo de investigar o acercarse a la realidad, pensando lo empírico analítico o en lo sistémico, puesto que podría iniciarse por modelos individuales de análisis o de contrastes de variables y luego o también, atender a los fenómenos tratando de entender sus relaciones, sus dinámicas de cambio, su sentido para el cambio, sus perturbaciones, su comportamiento como sistema, que no pueden ser reducidos a la formalización y que pueden estar abiertos a otras disciplinas y formas de investigación.

jueves, 24 de marzo de 2011

"Se busca un hombre poco práctico"

"Se busca un hombre poco práctico" es el nombre de un ensayo escrito por Gilbert Keith Chesterton en 1910, dentro de un libro fabuloso llamado "Lo que está mal en el mundo". Recordé este ensayo extraordinario a propósito de una reunión de trabajo a la que asistí ayer, donde académicos y administrativos de distinta laya discutíamos sobre si una determinada reforma aplicada podría considerarse más académica o más administrativa.

Esta dicotomía entre lo práctico y lo teórico me evocó el dilema entre el idealismo y el pragmatismo para resolver los asuntos de la vida; me puso nuevamente de frente a los perfiles necesarios en el mundo actual de la eficiencia y la productividad; me confrontó sobre la mala fama que tenemos los idealistas y los soñadores en un contexto que se aburrió de las teorías; un escenario social donde impresionan mucho más las obras que las ideas. Algo por supuesto más peligroso en algunos ámbitos que en otros; por ejemplo... es tremendo cuando se piensa en educación a mi juicio. Tremendo porque educar se trata de cualificar las acciones dándoles un fundamento, una razón de ser, un sentido.

El ensayo de Chesterton, trae notas muy agradables de prosa humorística, invita primero a pensar y luego a hacer. Cuando las cosas andan mal y como en el caso que nos ocupaba ayer, consideramos que hay que reformar el curso de un proyecto que inventamos y diseñamos juiciosamente años atrás, puede ser sano parar un momento para meditar.

Las medidas que podemos tomar cuando detectamos un problema, pienso yo, no deben ser acciones inmediatas, reactivas o preferencialmente prácticas; podrían quizás retomar la idea original para evaluar el resultado; tal vez se fortalezcan muchas de las soluciones si se analiza cuál fue el sueño del cuál se partió para dar lugar al modo de proceder presente. El mensaje es que puede tener valor volver a los fundamentos que dieron origen a una manera de actuar para validarlos o cambiarlos, para entender si las soluciones afrontan un síntoma o toda la dificultad. Parece valioso entender las razones por las cuales se actúo como se actuó y se apoyó cierto modo de hacer un proyecto en un momento dado y entender finalmente que quizás haya un valor adicional, a pesar de las dificultades, que valide mantener un estado de cosas.

Lo anterior lo ilustra de manera muy creativa el texto del que vengo hablando, cuando Chesterton trae el ejemplo de un cacharro que se daña; dice el autor que seguramente un hombre habilidoso y práctico podría arreglarlo para que funcione, pero argumenta de modo muy inteligente que sería más práctico traer a alguien que sepa cómo funciona, que tenga la teoría o haya participado del sueño, para que diga qué hay que hacer. En sus palabras:

"Cuanto más complicada es la avería, más canoso y despistado deberá ser el teórico necesario para ocuparse de ella; y en algunos casos extremos, nadie sino el hombre (probablemente chiflado) que inventó la nave voladora podrá decir seguramente qué le pasa".

Pensaba yo en mi caso, que los pragmáticos triunfantes de la reunión de ayer quizás podrán llegar a las mismas conclusiones que los soñadores que nos oponíamos a actuar antes de pensar en los fundamentos, pero a los poco prágmáticos nos queda una ventaja, que aún llegando a los mismos lugares o a otros, podremos saber por qué cambiamos y, sobre todo, tendremos una idea o varias para valorar el resultado.

Acordarme de este libro fue fantástico; estuve por un buen rato analizando el tema de la "eficiencia"; tan de moda para anteponer ideas prácticas sobre el pensar profundo y reposado. Chesterton dice que algo no es eficiente sino hasta que está terminado y que no hay nadie más eficiente que un idealista. Su argumento es que un método o procedimiento no demuestra su eficacia, su buen funcionamiento sino hasta tanto la obra es culminada; antes, todo es ineficiente. El autor dice que si lo que se desea, no es primero construido en la imaginación, nunca será eficiente. Es decir, la eficiencia se logra porque hay quienes sueñan la perfección, piensan los objetos, los métodos, los procedimientos teóricamente.

Lo que hace perfecto un evento o bello o bueno, es el pensar primero cómo funciona, cómo se quiere ver o construir; durante el proceso, sólo es apropiado o bueno potencialmente, en el sueño, en el ideal y se hace real cuando se culmina. Esta idea me gustó puesto que nos pone de presente la importancia de soñar primero, pensar primero; y, pone el "hacer", como un medio del pensar; el hacer sería entonces un medio más imperfecto o por lo menos necesitado de un fundamento. Si se actúa sin soñar, sin pensar el ideal, sin construir teóricamente lo que se quiere, se puede ser más ineficiente pues no hay un ideal, una teoría o un valor contra el que apreciar el logro y tampoco hay forma de rectificar el sueño para que sea posible. Hay que regresar al sueño original, pero este debe existir para dar sentido al resultado.

Habitualmente a los pensadores, a los soñadores suelen decirles, dice Chesterton, "que tocan el violín mientras se incendia Roma"; es decir que se ocupan de algo poco importante cuando la necesidad más inmediata es actuar, pero recuerda Chesterton que aunque esto pueda ser cierto, no estaría mal pensar el funcionamiento hidráulico de Roma mientras se está quemando, supongo que si no tarda demasiado puede llegar a ser más práctico y puede dar mejores resultados que correr con las mangueras a apagar el incendio.

Sobre el tema, recordé este fragmento de Alicia en el País de las Maravillas. Creo que va bien con el argumento de Chesterton:

"Alicia: - ¿Qué camino debo seguir?
Maestro Gato: - ¿Para dónde quieres ir?
Alicia: - ¡No lo sé!
Maestro Gato: - ¡Entonces, cualquier camino sirve!"
(De Lewis Carrol - En Alicia en el País de las Maravillas)

martes, 22 de marzo de 2011

He contraído la Ceguera Blanca.

Todo empezó a funcionar mal cuando se unió el trabajo al dinero. Marx dice que las cosas tienen un valor de uso y un valor de cambio. El valor de uso se refiere a las características de las cosas que las hace útiles e importantes para nosotros y el valor de cambio es la apreciación cuantitativa de las cosas medida en términos de dinero. El problema de esta sociedad en que vivimos es que la fuerza de trabajo hay que venderla para sobrevivir y se hace una mercancía según nos dice Marx; una mercancía que se cambia por dinero. Esta mercancía llamada trabajo trae la posibilidad de adquirir otras mercancías que permiten satisfacer toda clase de necesidades. Todo estaría bien, si como lo recuerda Marx, el trabajador no se alienara, no perdiera esa conexión extraordinaria y humanizante con aquello que produce.

Braudillard nos dirá años más tarde que no se trata solamente de que el trabajo se convierta en una mercancía en sentido estricto o que necesitemos del dinero que se produce al vender la fuerza de trabajo sino que hay una relación social de por medio, de suerte que el estilo de vida y los valores constituyen la base de la vida social y del modo en que vendemos nuestra fuerza de trabajo para adquirir cierto tipo de objetos de consumo, más allá incluso de nuestras necesidades de supervivencia y de la comunión que necesitamos tener con las obras que creamos a través del trabajo.

Lo anterior le da una nueva dimensión al problema porque se trata no sólo de aquello vital de lo que se carece sino de las necesidades que creamos, posmateriales y difusas, infinitas y con potencial de esclavizarnos a niveles insospechados. Es decir, vendemos nuestra fuerza al mejor postor por un carro, por una marca en la camisa, por una casa ubicada en un determinado vecindario, por lograr un cupo para nuestro hijo en algún colegio exclusivo, por lograr el reconocimiento de aquellos a quienes nos queremos parecer... o, lo que es peor, vendemos nuestra fuerza de trabajo por puro y físico miedo, porque no sabemos vivir de otra manera que con un jefe, una empresa, un proveedor; porque confundimos el trabajo con el empleo y consideramos que sólo el empleo nos dignifica y nos hace sujetos útiles en la sociedad. ¡Qué estafa! ¡Qué horror! seremos esclavos de por vida...

Algunos privilegiados dicen "hago lo que me gusta y además me pagan", pero para muchos es "hago lo que no me gusta porque necesito que me paguen" o "no siempre me gusta lo que hago pero no puedo dejar de hacerlo porque me quedo sin la posibilidad de vivir dignamente", o "hago todo por conseguir los medios para poder comprar lo que me asegure un lugar de distinción social". Yo veo en todo esto una celada de la que es difícil salir, pero sé que se puede salir; lo sé porque veo a algunos fuera del cepo.

¿Cómo hacen? muchas veces me pregunto por el secreto de su libertad. Me doy cuenta que no es que hayan recibido ninguna herencia o que vivan como potentados en una mansión o que sean faquires de oficio o santos de solemnidad. Algunos escépticos me dicen "no creas, no creas... padecen, sufren, la pasan mal; aunque parezca que no, aunque nos quieran hacer pensar que están mejor...¡Míralos bien! no hay nada más que soberbia en sus vidas, sienten insoportables privaciones aunque te digan lo contrario. Duro es el castigo de la sociedad por querer vivir fuera de ella." A veces miro sus vidas y me doy cuenta que es así, que pueden vivir con poco, que pueden vivir con lo mínimo; muchos son de verdad congruentes y necesitan menos que otros para ser felices.

No acabo de resolver el dilema, porque he conocido en mi vida quienes son portadores del mensaje de desprendimiento, la pobreza franciscana y del vivir como pobre entre los pobres. Muchos han resultado una farsa. Son como alborotadores de la consciencia que te lanzan a la inopia resguardando su propio bienestar; son transeuntes por el dolor y la penuria que, ya saben como entrar y salir de ella, por eso dejan la puerta abierta... aunque jamás te cuentan sobre ello. Bien puedes creer su verdad y morir luego en la miseria, mientras ellos logran viajar por el mundo en primera clase divulgando el mensaje de los más menesterosos de la tierra. Aún no logro distinguirlos de aquellos de verdad, más silenciosos y quizás menos deslumbrantes que realmente enseñan que lo poco se puede volver mucho si eres auténtico.

Pensando en todo esto, me acordé de la novela del escritor Portugués, José Saramago, "Ensayos sobre la Ceguera", siempre me acuerdo de libros, es inevitable. Esta historia de Saramago comienza narrando lo que le sucede a un hombre frente a un semáforo en rojo, cuando se queda ciego de repente, convirtiéndose en el primer caso de Ceguera Blanca; una enfermedad que se expande incontrolable por toda la ciudad. Las personas que la sufren van siendo internadas en un manicomio en cuarentena o perdidos en la ciudad, enfrentándose a los otros seres humanos con el imperativo de sobrevivir por encima de todo.

Mi memoria vuelve a este libro porque, hace un momento dije que no sabía la razón por cual estábamos atrapados en la cárcel de vender nuestra fuerza de trabajo como una mercancía, no disfrutar de la plusvalía y además vivir atrapados en la necesidad de intercambiar fuerza de trabajo por dinero; pero también decía que había algunos que vivían por fuera de esta trampa. En el Ensayo sobre la Ceguera, algunos no quedan ciegos de esa "Ceguera Blanca" que además no es oscura como normalmente podemos pensar la ceguera, sino que parece un exceso de luz, un destello que no permite ver nada. La "Ceguera Blanca" no aparece como un problema de desgaste ocular o relativo a alguna enfermedad física, parece ser una ceguera mental... como la que digo que sufrimos atrapados en hacer algunas veces, cosas que no nos gustan, sólo porque necesitamos el dinero.

La esposa del oculista, una de las pocas que no contrae la ceguera blanca, pronuncia estas palabras al final del libro: "¿Por qué nos hemos quedado ciegos?, No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven."

Es lo que creo sobre nuestra relación con el trabajo. Muchas veces he pensado que quiero dedicarme a hacer artesanías, a aprender historia del arte, a pintar, a diseñar cursos virtuales y objetos de aprendizaje, a escribir un libro, a hacer origami... tantas cosas, pero siempre creo que no podré hacerlo porque tengo que trabajar en lo que escogí, porque necesito sobrevivir y me da miedo quedarme en la nada, me da miedo no ver nada y de hecho no veo nada para mí fuera del espacio de seguridad de mi trabajo habitual.

No veo... no veo nada, pero imagino un mundo donde escribo libros para niños y los ilustro... ese mundo tal vez exista pero no lo veo; un mundo donde me pagan por hacer lo que me gusta o no me pagan pero puedo sobrevivir; un mundo donde digo lo que quiero y la gente quiere oírlo... ya no tengo que decir lo que otros están dispuestos a escuchar, del modo en que debe ser dicho para lograr algunos pesos, sino que encuentro en este universo inmenso de personas quien quiere oír las exactas palabras que digo y como las digo y no vendo lo que pienso por ningún peso adicional.

A veces tengo pequeños destellos y me doy cuenta que más allá de la luz blanca puedo ver y veo, en esos momentos pienso que no necesito tanto dinero, que no necesito muchas de las cosas por las que alquilo mi fuerza de trabajo, que no moriré si lo intento, que no me espera el desamparo y la indigencia. No obstante, cuando no veo, veo aquellos que se apartan de sus empresas y no pueden volver a sentirse útiles y a trabajar de nuevo, veo aquellos a los que la vida les trata inmisericordemente y la ceguera blanca regresa... no veo nada, nada...

Veo sí, pero no veo... impresionante!!!

lunes, 21 de marzo de 2011

Una nueva lectura "Del Asesinato Considerado Como Una de las Bellas Artes"

Ayer vi que María Isabel, compañera de mis tiempos de estudiante universitaria, abrió una pregunta en las redes sociales para completar un trabajo que tiene pendiente. La pregunta era: ¿Cuál es para ti el máximo villano de la historia? estaba permitido escribir perpetradores de los cuentos o aquellos que todos ya conocemos harto mencionados en los periódicos y noticieros o en la historia universal. Esta pregunta me sirvió para pensar un poco sobre lo fascinante que es el crimen para muchas personas, cómo nos gusta verlo en televisión, en las revistas, recreado de muchas formas y a través de diferentes medios.

Mientras leía la pregunta de María Isabel, aparecieron en mi memoria desde los pérfidos más obvios, malvados de los cuentos de hadas, culpables reconocidos de los holocaustos y los canallas inolvidables de la dolorida memoria colectiva colombiana. Me di cuenta cómo están de presentes todos ellos en el pensamiento y me pregunté por las razones de ello.

Durante esta reflexión vino a mi el recuerdo de un libro que leí en mis veinte años, escrito por el inglés Thomas De Quincey: "Del asesinato considerado como una de las bellas artes". Un libro que de inteligente y paradójico, termina por hacer reír. El libro supone la existencia de una Sociedad en Londres llamada "De Los Conocedores del Asesinato". El libro, en su primera parte, presenta una de las Conferencias Mensuales de esta Sociedad con una reflexión que inicialmente causa gracia pero que entrado en la profundidad del análisis puede verse como un ensayo alrededor de las virtuosas relaciones entre la ética y la estética.

La tesis es tan sorprendente que me atrevo a transcribir el fragmento para que puedan degustarlo por un momento con las palabras precisas:

"supongamos que la pobre víctima ha dejado de sufrir y que el miserable asesino ha desaparecido como si se lo hubiese tragado la tierra; supongamos, en fin, que hemos hecho todo lo que estaba nuestro alcance, estirando la pierna para poner una zancadilla al criminal en su huida, aunque sin éxito —«abiit, evasit, excessit, erupit», etc.—; suponiendo todo esto me permito preguntar: de qué sirve aún más virtud? Ya hemos dado lo suficiente a la moralidad: ha llegado la hora del buen gusto y de las Bellas Artes. No hay duda de que el caso fue triste, tristísimo, pero no tiene remedio. Hagamos lo que esté a nuestro alcance con lo que nos queda entre manos, y si es imposible sacar nada en limpio para fines morales, tratemos el caso estéticamente y veamos si con ello conseguimos algo."

De Quincey a continuación recrea a través de la conferencia de esta Sociedad imaginada, crímenes o intentos criminales de personajes muy famosos. Dedica una buena porción a narrar las experiencias cerca de la muerte de ilustres hombres de la historia como Descartes, Spinoza, Hobbes, Malebranche asesinado por Berkeley, Kant que permanece vivo por escrúpulos de última hora de su asesino. En el proceso describe la importancia de todas las características que hacen de la víctima alguien de quien podemos compadecernos, porque quizás sea un buen ser humano, tenga familia, tenga buena salud; pero lo más inesperado, al menos para mí, es el lugar donde arriba la reflexión. La pretensión de considerar el asesinato como una de las bellas artes, puede compararse con la intención que tuvo Aristóteles al decir que la tragedia tenía como objetivo "purificar el corazón mediante la compasión y el temor"

Es decir, y aquí está lo genial, el fin de la tragedia para los griegos, podría ser producir en quienes la miraban catarsis, expiación. El público no puede menos que sentir compasión por el horror de las víctimas y temor por la posibilidad de sufrir lo mismo. Todo así, ver el asesinato como una de las bellas artes, es acercarse a la recuperación, a la restauración, sintiendo compasión por el dolor ajeno y ubicándose en el lugar de quien pudiera sufrirlo, sintiendo alivio porque no es cierto para sí mismo.

Esta hipótesis, que de inicio parece descabellada, me hace pensar en las razones por las cuales todos vemos los noticieros y en ellos repasamos una y otra vez, morbosamente, como el narrador de la historia, el llamado "hombre morbosamente virtuoso", la estética de las masacres, los crímenes y las tragedias. Bien podríamos ser esa sociedad que narró De Quincey en 1827, dedicada a trascender su dolor con un morbo infinito. Los medios han cambiado mucho, ya podemos verlo en pleno color, con acercamiento de todos los ángulos, con la noticia en el mismo momento y lugar en que ocurre y las imágenes más dramáticas del muerto embotado por las más terribles condiciones de su deceso.

Me gusta pensar que lo que tratamos de hacer todos, es expiar o purgar los crímenes colectivamente para poder salir adelante... quiero suponer que somos como los asistentes de la tragedia griega... empáticos y compasivos; es decir, nuestra macabra complacencia frente a las imágenes de la muerte ocurre por las mismas razones de esta Sociedad de Conocedores del Asesinato. Si no fuera que estamos tratando de salir adelante ante tanta ignominia, la realidad de una sociedad que disfruta el dolor de otros como un espectáculo, hiere mucho más el corazón y le resta enorme trecho a la esperanza.